Es viernes, casi el mediodía, y las calles están semivacías en la Costanera. A esta hora, los adolescentes del barrio están en la escuela o en sus casas durmiendo. Sobre un patio de tierra recién barrido, Ángeles Uncos -de 52 años, mamá de siete hijos- acomoda dos sillas plásticas. “Apurate Graciela, que te están esperando”, grita. Y a los pocos minutos aparece la joven de 16 años, con el cepillo de dientes en mano. Abre el caño, se lava y entonces se presenta: “perdón, me quedé dormida”. Le cuesta abrir los ojos. Se acomoda el largo pelo con un rodete. Lleva jeans, remera negra y ojotas.
"Muchos jóvenes creen que no vale la pena estudiar"Gra, como le dicen sus amigos, tiene el sueño invertido. “Paso toda la noche con el celular chateando. Duermo a la mañana, hasta la 1 o las 2”, cuenta la joven. Debería estar cursando su penúltimo año en la escuela. Pero la abandonó a los 13 años.
- ¿Fue por decisión propia o te viste obligada a dejar las clases?
- Yo no quise ir más. Me aburría. Iba a la escuela de la Costanera, a una cuadra de aquí. Los maestros nos daban mucho tiempo para jugar y no nos enseñaban bien. Yo dije: si no nos van a enseñar, no voy a volver.
- ¿Te gustaba estudiar?
- En la escuela me iba bien. Me gustaba hacer la tarea. Mi materia favorita era gimnasia. Yo quería que me enseñen más.
- ¿En tu casa no te dijeron nada?
- No. Ahora mi mamá me dice que vuelva a estudiar, que es importante. Que ella me va a apoyar.
- ¿Y vos querés volver?
- No a esa escuela. Pero sí quiero aprender porque ya me olvidé de todo. No sé multiplicar, por ejemplo. No se leer de corrido. Voy a una iglesia evangélica y quiero leer la biblia, pero no puedo. Siempre tengo que pedirle a alguien que me lea.
- En estos años en que no fuiste la escuela ¿hiciste algo?
- Al principio en casa tenía mi cuaderno y hacía cosas. Pero después abandoné. Ahora los fines de semana, si hay trabajo, me llaman para lavar vajillas en eventos. Con mi trabajo pude comprarme muchas cosas para mí: ropa, un placard, mi celular… Lo próximo que quiero es una tele con un DVD.
- ¿El resto de los días de la semana qué hacés?
- No mucho. Me amanezco con el celular. Voy a hablar con mis amigas en la calle o voy a la iglesia. Escucho música. También, para no estar mucho tiempo callejeando, ayudo a cocinar en un comedor para adictos que hay aquí cerca. A cambio me dan un poco de mercadería.
- ¿Alguna vez pensaste en la posibilidad de usar drogas?
- Jamás. Mi hermano mayor tiene muchos problemas por culpa de las drogas... No quiero saber nada.
- ¿Qué hubieras necesitado para no abandonar la escuela?
- Nada. Lo mismo la hubiese dejado. Yo iba al vicio. No aprendía nada.
- ¿Qué te gustaría ser de grande?
- Tener mi casa aquí, en este mismo terreno, en este barrio. Y dedicarme a hacer cotillón.
A Graciela siempre le gustó mucho jugar en su casa. “Hace dos años recién dejó las muñecas”, explica la mamá. “Cuando los chicos son vagos, son vagos. Tengo otro hijo que le encanta la escuela, saca todos 10… Todo lo que me pide que le compre para las clases yo le traigo. Siempre está buscando ayuda para sus tareas”, argumenta Ángeles. La mujer tiene dos trabajos en casas de familia. En cada uno le pagan $400 por día. Se define como una mujer que siempre “le puso el pecho a las balas”. Desde joven se hizo cargo de que a sus siete hijos no les falte comida en el plato. No le gusta mucho el lugar donde vive, “por la violencia que hay”, y sueña con volver algún día a su Burruyacú natal.
- ¿Te gustaría que tu hija vuelva a estudiar?
- Por supuesto. Yo le dije que se anote acá, en el Cepla, donde van a dictar clases a los chicos que abandonaron la escuela.
La realidad de Graciela es la de muchas jóvenes tucumanas que, por diferentes motivos, no logran completar la escuela media. Las mujeres dejan menos la escuela que los varones y son las primeras en volver cuando hay planes de reinserción. Sus razones para alejarse de las clases son muy específicas: porque no les gusta, para trabajar, porque quedaron embarazadas o porque enfrentan una adicción.
En todo el país, las cifras de abandono escolar son bastante altas. El último informe del Observatorio Argentinos por la Educación indica que de los estudiantes que ingresan al primer año del ciclo medio, sólo el 61% llega al último año en el tiempo esperado. Cada ocho minutos un alumno abandona la escuela. En Tucumán, el 58% de los chicos que ingresan a primer año termina sus estudios en tiempo y forma.
Las mujeres llegan al último año en mayor proporción que los varones (68 % contra 53%). Además, en los planes de educación y en las iniciativas de terminalidad ellas son las que más se anotan, confirma la Directora de Educación de Jóvenes y Adultos de Tucumán, Eugenia Dip Torres.
“Tucumán cuenta con una oferta muy variada para los que no pudieron terminar la escuela primaria y secundaria. El programa ‘Volvé a la escuela’ no es solo para que finalicen sus estudios sino que al mismo tiempo se pueden ir formando en un oficio. Si bien al principio, esos oficios estaban pensados más que nada para varones ahora se amplió la oferta. La escuela de oficios Belgrano, por ejemplo, incorporó peluquería y cocina”, precisó.
Después de realizar un relevamiento territorial, este año se incorporaron 10.000 alumnos a los cursos de terminalidad en distintos centros educativos, señaló Dip Torres. En las matrículas predominan las mujeres, especificó. En total, en la actualidad, hay 40.000 tucumanos cursando estudios para terminar la escuela secundaria. “Cuando hablamos de causas de abandono escolar en las generaciones más contemporáneas aparecen muchas cosas: falta de interés, trabajo, pobreza y especialmente en el caso de las mujeres la maternidad adolescente. Cuando deciden retomar, el apoyo de la familia es fundamental. La familia es, en general, la que pide que vuelvan. También porque para conseguir un trabajo les piden la escuela completa”, destaca.